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🎧 AudioQuin ✅ Un Sueño Hecho Realidad

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Cuando el padre de Matilda se jubiló, a causa de su delicado estado de salud, la familia Paige se vio obligada a iniciar una nueva vida, no exenta de privaciones, en Much Winterlow. A fin de mejorar la situación, Matilda solicitó el puesto de recepcionista en la consulta del doctor Henry Lovell y, aunque sabía que Henry estaba prometido con Lucilla, no podía reprimir la atracción que sentía por él. A pesar del deseo de Lucilla de vivir en Londres, Henry no estaba dispuesto a marcharse del pueblo y, a medida que conocía a Matilda, se sentía cada vez más intrigado por la joven...


Resumen...

El doctor Lovell contempló a la joven que estaba sentada frente a él, al otro lado de su escritorio.
¿Podría empezar a trabajar el próximo lunes, señorita Paige?
Sí, por supuesto, contestó Matilda, y deseó que el doctor Lovell le sonriera. Seguramente estaba cansado, o no había tenido tiempo para desayunar aquella mañana. Ya había averiguado que tenía una buena ama de llaves, porque se lo había dicho el jardinero. También sabía que estaba prometido. «Una engreída», había declarado la señora Simpkins, la de la tienda de ultramarinos. La prometida del médico había ido de visita, con su hermano, en un par de ocasiones y había declarado que no le gustaba el pueblo.
Fueron muy groseros, había dicho la señora Simpkins. Refunfuñaron porque no tenía un queso especial que se les había antojado. Lo que es bueno para el doctor Lovell debería ser bueno para ellos, digo yo.

Matilda le dijo la cifra y su madre repuso
No es mucho...
Es el salario establecido.
Bueno, menos da una piedra... y tú no necesitas gran cosa.
No, la mayor parte la dedicaremos a la casa.
Pobre de mí, la madre de Matilda sonrió de repente. ¿Podré disponer de algo yo también? Solo lo bastante para parecer la mujer de un pastor, y no una pobre ama de casa.
Sí, madre, ya se nos ocurrirá algo sin que haya que molestar a papá.
Espléndido, cariño. Dame tu sueldo al final de la semana y yo me encargaré de distribuirlo como Dios manda.
Creo que ingresaré el dinero directamente en la cuenta de papá y apartaré lo bastante para ti y para mí.
Su madre volvió a mirarse al espejo.
Siempre tan egoísta, Matilda. Siempre quieres salirte con la tuya.

La puerta que estaba a su espalda se abrió y el doctor Lovell dijo con impaciencia bien disimulada
Señorita Paige...
Matilda se volvió y le sonrió.
La señora Trim tiene un gato, y yo, también. Estábamos hablando de ellos, despidió a la señora Trim y cerró la puerta tras ella. Pondré todo en orden, ¿le parece?. Hablo demasiado, le dijo, y abrió el bloc de notas. Sintió un cosquilleo en la nariz al inspirar el aroma que emanaba la cafetera.
Sea tan amable de servir el café, señorita Paige. Debo señalar que, normalmente, no tendrá tiempo para tomar nada. Esta mañana ha habido pocos pacientes y, normalmente, me marcho en cuanto sale el último, para que usted ordene y cierre la puerta y los armarios. Debo advertirle que la consulta de la tarde suele estar bastante concurrida.

Matilda cerró la puerta con cuidado al salir y el médico se quedó mirando el rectángulo de madera que lo separaba de la sala de espera con una expresión de sorpresa en su atractivo rostro.

La señora Paige dijo con fiereza
Sí, claro, es ideal para él, pero ¿y para mí? No hay nada que hacer en esta minúscula aldea.
No es minúscula. Y la señora Simpkins me ha dicho que siempre hay alguna actividad. Teatro para aficionados en el invierno, partidas de bridge, y tenis y cricket en el verano. En cuanto conozcas a la gente...
¿Y cómo voy a conocerlos? ¿Llamando a su puerta? Llevamos aquí casi dos semanas.
Si fueras al pueblo más a menudo... Todo el mundo va a la tienda de la señora Simpkins.
¿Todo el mundo? ¿Quién es todo el mundo? Nadie con quien pueda trabar amistad. Cuando pienso en la vida tan agradable que llevábamos en la vicaría... en mis amigas, en las personas tan interesantes que iban a ver a tu padre...

El reverendo estaba en el salón, con su esposa. La señora Milton era una mujer plácida, de corta estatura y rostro amable y, según la señora Simpkins, gozaba del afecto de todos los habitantes del pueblo.
No tenía sentido conservar el coche solo para disfrute de Matilda. Le gusta andar y también puede moverse en bicicleta.
En ese caso, dijo la señora Milton, me encantará llevarla a Taunton la próxima vez que vaya a la ciudad.

La señora Paige siguió a Matilda hasta la cocina.
¿Te han pagado?
Matilda apiló las tazas y los platos junto al fregadero.
Si madre pero hay que pagar la factura del gas, al fontanero....
La señora Paige dijo con voz llorosa
No puedo creer que mi propia hija sea tan malvada, se echó a llorar.

Movió con fuerza la cabeza. La autocompasión era una pérdida de tiempo; la vida no era tan mala.
Tenía un trabajo, le gustaba el pueblo, había conocido a gente agradable y, además, estaba el doctor Lovell. El amor que sentía hacia él llenaba su vida de color y, con el tiempo, si conseguía parecerse más a la señorita Brimble, conseguiría agradarlo. No esperaba nada más, su madre ya había dejado claro que no podía atraer a un hombre como él.


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