¿Podría lograr que comprendiera lo que sentía por él?
Damon pensaba que Emma era solamente una coqueta y no creía en su amor. Se resistía a perder su dignidad por una mujer que tal vez no fuera sincera.
Emma sólo sabía que ahora lo necesitaba más que nunca. El amor que había sentido por él cuando tenía diecisiete años no había muerto; al contrario, se había acrecentado. Ahora, su amor por Damon era el de una mujer, no el de una alocada adolescente. ¿Cómo podría hacérselo entender?
Resumen...
Las oficinas de Thorne Chemicals estaban situadas en una bocacalle de Cromwell Road, en un edificio alto, de cemento y cristal, con muchos pisos que ascendían hacia el cielo, proclamando con su altura su indiscutible prosperidad e independencia. Un portero uniformado vigilaba las escaleras que llevaban hacia las puertas giratorias de la entrada principal del edificio. Emma pensó por un momento que este individuo poderoso creería sin duda que ella debería utilizar la entrada lateral de los empleados, pero haciéndose de valor subió las escaleras, empujó las puertas y penetró en el edificio.
Inmediatamente notó que sus pies se hundían en una espesa alfombra verde jade. Al otro extremo del pasillo vio una mesa tras la que se sentaba una elegante rubia. El diseño perfecto de sus cejas se curvó al ver a Emma y pareció sorprendida por la entrada. Emma tragó en seco y cruzó la alfombra hasta la recepción.
Tengo una cita con el señor Thorne a las once.
La rubia consultó una agenda.
Emma asintió. Ahora que estaba allí las rodillas empezaban a flojearle otra vez y tenía miedo de que le fallasen. ;¿Por qué la había metido Johnny en aquello tan terrible?
En ese momento, la rubia utilizaba el interfono de la mesa, y Emma, volviendo a la realidad, la oyó hablar con la secretaria de Damond Thorne. Comprobaron los nombres y la hora de la cita. La rubia colgó el teléfono y se volvió hacia Emma.
La secretaria del señor Thorne mandará a un empleado para que la acompañe hasta su despacho. Siéntese un momento, por favor.
Señaló con indiferencia varios sillones confortables distribuidos por el hall y volvió a la lectura de un montón de papeles que seguramente había sido su ocupación antes de la llegada de Emma.
Emma se sentó nerviosamente en el borde de uno de los sillones blancos y rojos y se quitó meticulosamente los guantes, preguntándose si encontraría las palabras adecuadas para llevar a cabo su entrevista. Resultaba muy cómodo para su hermano Johnny dejarla a ella que se enfrentase con lo peor.
Supongo que los problemas de tu hermano no tendrán nada que ver con el control de los libros que los auditores comenzarán a hacer la semana próxima.
Emma alzó rápidamente la cabeza y advirtió en su cara una expresión casi divertida. Había algo en su mirada que hizo que Emma quedase sorprendida por un momento. Su rostro permanecía sereno, sin denotar preocupación. Era como si él supiese más del asunto que ella misma.
Con un gesto nervioso se alisó la espesa cabellera negra que le caía a la altura de los hombros. Bajando la mano, miró, sin verlo, uno de los teléfonos color marfil que había encima de la mesa. Sus largas pestañas le velaban los ojos mientras se preguntaba hasta qué punto él intuía o conocía el asunto.
Él se levantó de su asiento y se dirigió a una mesa lateral donde un termo con café recién hecho invitaba tentadoramente.
Emma se levantó
Estaba segura de que la contestación sería negativa y por eso no le importaba mucho lo que él dijera a continuación. Quería salir de la oficina lo más rápidamente posible antes de que sus pequeñas reservas de orgullo la abandonaran y se echase llorar. Se había arriesgado. Johnny no podría negarlo. Y había fracasado totalmente.
Damon Thorne dio la vuelta a la mesa y la miró fijamente.
Dijo algo sobre un asunto técnico, y Emma no prestó demasiada atención.
La voz de su secretaria se dejó oír fría y bien modulada.
Ya ha llegado el secretario del ministerio, señor. Su cita era para las once y cuarto y ya son las once y veinte.
Damon Thorne miró a su reloj.
Dígale que tendrá que esperar otros quince minutos, respondió sin alterarse.
Pulsó de nuevo el botón. Durante este tiempo, Emma recobró la calma. El shock inicial de su decisión había desaparecido, pero todavía no sabía para qué la necesitaba. El la miró.
Como decías, dijo suavemente sin dar importancia al hecho de que hiciese esperar al secretario del ministro por motivos personales, eres enfermera, y es precisamente por eso por lo que requiero tus servicios.
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