Aquel Hombre le estaba derritiendo el corazón
Carly Bishop llevaba seis años sin celebrar aquellas fiestas pero, ese año, el atractivo Jake Porter estaba decidido a que se divirtiera. Jake era miembro de un equipo de rescate de montaña, tenía un gran corazón y era valiente, pero Carly se resistía a amarlo por miedo a perderlo.
Sin embargo en un torbellino de festiva diversión, paseos en trineo y peleas de bolas de nieve, comenzó un tiempo de magia.
Resumen...
Jake Porter comprobó si llevaba todo en la mochila con movimientos mecánicos y hábiles, fruto de la costumbre, y un objetivo en mente. Sus dos amigos estaban perdidos en algún lugar de Mount Hood, en medio de una de las peores borrascas que se habían visto en las Cascades en diciembre. Jake y los demás subirían a buscarlos. Los demás miembros de la unidad de rescate de montaña estaban sentados a las mesas de la cafetería del albergue Wy’East, comprobando también sus equipos con gesto serio y hablando en voz baja.
Los focos de las cámaras otorgaban a la escena un aspecto pálido y funesto, en consonancia con el mal humor de Jake y el estado del tiempo. El viento aullaba a setenta kilómetros por hora, y la temperatura en ese momento rondaba los diez grados bajo cero. En los cinco años que Jake llevaba colaborando como voluntario en la Unidad de Búsqueda y Rescate de Oregon Mountain, jamás había sentido tanta impaciencia para enfrentarse a los elementos como en esos momentos. Cada miembro del equipo de rescate de montaña había respondido a la llamada de alerta.
Sólo esperaban que les dieran luz verde para salir y ascender la montaña. Jake se ajustó la correa de la pala, tratando de ignorar la preocupación que le atenazaba el estómago. Sus amigos deberían de haber descendido ya del monte sin problemas. Iain Garfield era uno de los montañeros más diestros de toda la costa noroeste del Pacífico.
Sólo tenía veintitrés años, pero ya se había hecho un nombre en la escalada de montaña, había recibido ayuda de numerosos patrocinadores y había embellecido las portadas de las revistas con las fotografías de sus numerosos primeros ascensos de distintos picos del mundo. Era capaz de escalar el Reid Headwall en solitario, hacia atrás y con los ojos cerrados. Lo acompañaba Nick Bishop, el mejor amigo de Jake de la infancia, que conocía la montaña mejor que ningún otro miembro de la unidad. Cuando estudiaban juntos, en una ocasión Nick había hecho la ruta de montaña de noche y había llegado a clase a la mañana siguiente para hacer un examen de mitad de trimestre.
Nick sabía que no se podía desafiar al monte, porque el monte nunca perdía. Precisamente por eso y al ver que se avecinaba mal tiempo, Iain y Nick habían abandonado la idea de seguir la ruta más peligrosa en favor de otra más sencilla. Los transmisores de radio despertaron de nuevo a la vida cuando una voz pidió la hora estimada de llegada en un vehículo para la nieve. Ya era hora.
Pero lo que Jake quería en realidad era que sus amigos entraran por la puerta con una anécdota que contar. Jake sintió una gran opresión. Nick y él habían crecido juntos, habían aprendido a escalar juntos y se habían metido en la unidad de rescate de montaña juntos. Jake tragó saliva para aliviar el nudo que le atenazaba la garganta.
Nick e Iain habían querido escalar la montaña para celebrar el inminente enlace de Iain con la hermana pequeña de Nick, Carly. Pero Jake no había querido subir, pensando que ya era suficiente con asistir a la boda. Sean Hughes, uno de los jefes de la unidad que había estado hablando a la puerta, se acercó adonde estaban Jake y otros miembros experimentados, Bill Paulson y Tim Moreno, para hablar con ellos. El riesgo de avalancha es alto y las condiciones climáticas no son favorables.
Cuando lleguemos allí, la unidad de rescate base quiere un informe completo de las circunstancias de la misión para decidir si nos quedamos quietos o si fuera posible iniciar la búsqueda. Jake se puso tenso. Jake se echó el macuto al hombro. Jake abandonó el refugio detrás de Sean y salió al exterior donde el aire era gélido.
La bruma helada empañaba las gafas de esquí de Jake, y hacía tanto frío que le dolía cada vez que respiraba. Aunque aquel gorro de esquiar verde cubriera su larga melena rubia, aunque tuviera la cara colorada del frío y los ojos irritados e hinchados de haber llorado, a Jake le pareció que era lo mejor que había visto esa mañana. Cualquier periodista querría conseguir una entrevista en exclusiva con la prometida y hermana de los montañeros perdidos. Se metió las manos enguantadas en los bolsillos de sus plumas marrón, que en realidad era una de las de Iain.
Jake pestañeó para aliviar el escozor de los ojos provocado por la bruma fría. Jake lo sabía. Estaba más unido a los Bishop que a sus propios padres. Por esa razón entre otras había dejado de ver a Carly como otra cosa que no fuera la hermana pequeña de su mejor amigo.
Sin embargo, en ese momento Carly parecía más joven que nunca, más niña y vulnerable. Jake quería decir algo que la consolara, pero no sabía ni por dónde empezar. Jake tenía la invitación a la boda en la nevera de su casa y el regalo en el árbol de Navidad. Pero Carly lloraba a lágrima viva, y al verla se le encogió el ya maltrecho corazón.
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