Ir al contenido principal

🎧 AudioQuin ✅ Todo Por Ella

🎧 AudioQuin ✅ Todo Por Ella

¿A quién elegirá Joanne?
Joanne Delaney haría cualquier cosa con tal de proteger a su querida hija de aquella petición de custodia... ¡incluso aceptar un matrimonio de conveniencia! 
Lo que no sabía era que iba a recibir dos ofertas inesperadas: una de Nick Mason, un guapísimo desconocido, y otra del millonario David Banning.


Resumen...

Joey encontró graciosa la pregunta y levantó la vista del dinero que contaba en la caja después de un largo día de trabajo. Joey era una madre soltera de treinta años, tenía una niña de seis y en los últimos diez años creía haber oído todas las formas posibles de intentar ligar con ella, así que nunca la habían atraído los hombres por los mensajes ocultos en sus ojos. Esto es una peluquería unisex, si eso es lo que quiere saber, respondió secamente, enderezándose. ¿Tienes tiempo para hacer algo con esto? preguntó, pasándose la mano por el espeso cabello oscuro.

La peluquería había cerrado a las cinco y media, cinco minutos atrás, pero Susie, la última ayudante en marcharse, se había olvidado de echar el cerrojo al salir. Pero si solo quiere que le recorte un poco... acabó de decir Joey con gesto interrogante. Era el día en que Lily tenía ballet, y Joey disponía de unos treinta minutos hasta que se hiciese la hora de ir a buscarla. ¡Genial! dijo el hombre, volviendo a entrar tan rápido que Joey dio un paso atrás.

El moderno salón, con su decoración en plateado y negro adornando con fotografías de cortes de pelo en boga, pareció empequeñecerse ante el tamaño del hombre con camisa a cuadros marcándole los anchos hombros y las largas piernas enfundadas en vaqueros un poco polvorientos, que mediría más de un metro ochenta y cinco. Quizá no fuese tan buena idea dejarlo entrar, se preocupó Joey. Créeme, lo único que quiero es que me adecentes un poco, le aseguró el hombre, sentándose en uno de los sillones frente a la pared de espejo. Joey se puso como un tomate.

Tenía un bonito cabello, del mismo color chocolate que sus ojos burlones, si bien un poco sucio de polvo, descubrió al pasarle las manos por las ondas. Si no le importa el polvo, quiero decir. No, en absoluto, dijo Joey, tomando el peine y las tijeras. Al acercarse sintió su loción de después de afeitarse mezclado con un ligero olor a sudor, como si el hombre hubiese estado haciendo ejercicio físico, ¿Trabaja en el edificio de al lado? le preguntó mientras comenzaba a cortarle el cabello.

En una situación normal, no hubiese venido aquí directamente del trabajo, pero... ¿Tiene una cita importante? adivinó Joey bromeando. El sonido profundo y ronco resultó de lo más sensual y le dio un escalofrío a Joey. Desde luego, aquel hombre acababa de entrar de la calle, era obvio que era un obrero de la construcción, estaba probablemente allí para hacer una tarea y luego marcharse. Lo más seguro era que Joey nunca lo volviese a ver.

Además, tenía una «cita importante» aquella noche. ¿Cómo van las cosas por allá? preguntó, señalando con la cabeza la obra detrás de la peluquería. Los dedos de Joey temblaron un segundo mientras le recortaba por encima de la oreja. El hombre estaba cubierto de polvo, pero lo mismo le sucedía a su peluquería, por más que limpiasen y limpiasen.

Sí, respondió Joey, sin aclarar que «llaga» no expresaba ni por asomo lo que ella sentía al verse desalojada. Da igual, dijo Joey. Encontrar un local nuevo para su empresa le había puesto la vida patas arriba. Y como si ello fuese poco, el padre de Lily había reaparecido hacía dos meses.

Recibió la notificación de la terminación del contrato y la carta del padre de Lily el mismo día. Sobre Dominic Masón, le recordó cuando Joey lo miró sin comprender. Dominic Masón, pensó Joey con disgusto. Un megalómano del supermercado, bromeó el hombre.

Exactamente, dijo Joey, que se enfadaba fácilmente cuando salía a relucir el tema de Dominic Masón. ¿Cuánto dinero necesita ese tipo? dijo con sarcasmo, atacando con las tijeras el oscuro cabello. No me lo dejes demasiado corto, si no te importa, intervino el hombre con suavidad. Como habrá imaginado, Dominic Masón no es santo de mi devoción.

Aunque todos me llaman Joey, añadió, sin saber por qué. ¡Cielos! dijo él, metiendo la mano en el bolsillo de sus vaqueros y sacándola vacía. Ahora resultaba que el hombre ni siquiera podía pagarse un corte de pelo. No era la primera vez que a Joey le sucedía algo así, pero generalmente era alguno de sus clientes habituales quien se dejaba la cartera en casa por error.

Mira, lo siento de veras, se disculpó el hombre, con las mejillas teñidas de rojo. De acuerdo, dijo Joey, segura de que no volvería a verlo nunca. Era que su vida había adquirido el hábito de sorprenderla cada dos por tres con cosas por el estilo. He dicho que te lo pagaré por la mañana y lo haré, le aseguró él con rostro serio.

De ninguna manera, se dijo Joey inmediatamente. Gracias, lo siguió hasta la puerta. ¿A qué hora abrís? le preguntó él, molesto por el evidente escepticismo femenino. Probablemente no pueda dormir esta noche -bromeó, antes de dirigirse a la polvorienta camioneta aparcada fuera.

Joey dio un bufido mientras lo miraba alejarse. De acuerdo, Daisy, hemos llegado, le dijo Joey a la pequeña. Las dos niñas sentadas en el asiento trasero hablaban tanto, que seguro que ni se habían dado cuenta de que habían llegado a la casa de Daisy. Y pensar que, en cuanto terminase con sus tareas, Lily la llamaría por teléfono como si no se hubiesen visto en todo el día.

¿Habría sido ella alguna vez así?, se preguntó Joey. Gracias, le sonrió Daisy antes de salir del coche. Dile a tu madre que estaré aquí a las ocho y media para llevarte al colegio, dijo Joey automáticamente, devolviéndole el saludo con la mano a Hilary cuando aquella salió a recibir a la niña. Joey las llevaba al colegio por la mañana y Hilary las recogía por la tarde y se quedaba con Lily hasta que Joey la pasaba a buscar después del trabajo.

¿Has pasado un buen día, mami? preguntó Lily con interés mientras recorrían la milla que las separaba de su propia casa. Joey frunció el ceño. Hasta que la había engañado ese... pero no había motivo para preocupar a Lily con aquello. He traído mi examen de ortografía para el viernes, dijo su hija y su expresión disgustada se reflejó en el retrovisor.
Estoy segura de que nos saldrá bien, prometió, con el rostro impertérrito.

Será mejor que también comamos unos guisantes, ¿no te parece? dijo Joey sonriendo con indulgencia. Joey miró el coche azul intrigada. Su hija, que no tenía inhibiciones, miró hacia el coche abiertamente, tomada de la mano de Joey mientras se dirigían a su casa. Hay un hombre sentado dentro, mami, le dijo en un audible susurro.

Joey se estremeció al oírla, segura de que «el hombre sentado dentro» la había oído. Se baja del coche, mami, la informó Lily, tironeando de la manga de la ligera chaqueta que Joey llevaba sobre una camiseta rosada y unos pantalones negros. Joey lo comprobó, entrecerrando los ojos contra el sol poniente mientras observaba al alto hombres que emergía del coche. Al reconocer al hombre alto y rubio de guapo rostro dominado por un par de fríos ojos azules que la recorrieron de arriba abajo antes de mirar abiertamente a Lily, Joey sintió que se quedaba sin respiración instantáneamente.


Comentarios