Cuando empezó a trabajar en el centro de salud local, Rebecca Groom se dio cuenta de lo atractivo que le resultaba el doctor Marc Johnson. Hacía falta ampliar el consultorio; para ello Marc había elegido una vieja casa que albergaba felices recuerdos para Rebecca y a cuya renovación ella se oponía.
La relación que poco a poco fue desarrollándose entre Rebecca y Marc se vio frenada por la administradora del centro, Rose, que parecía empeñada en que Marc fuera solo suyo...
Resumen...
El perro estaba empeñado en alcanzar lo antes posible la sombra que proyectaba el edificio del consultorio.
Al tiempo que se acomodaba detrás del volante se volvió a mirar las facciones bien marcadas de un hombre, que al momento reconoció como el director del consultorio. ¿Begstone? arqueó las cejas, fingiendo estar horrorizado. Hay una leve posibilidad de que el consultorio se traslade mucho más cerca de Begstone.
Sobre todo porque no conoces la zona. Voy a casa de mi madre, que vive al final de la calle, a devolverle a Sally. Puedes dejar el coche aquí o aparcar a la puerta del número veintitrés. Él asintió.
Al poner el coche en marcha recordó cómo en su entrevista lo único que la inescrutable expresión de Marc le había revelado había sido su obsesión por el ejercicio y una dieta sana. Pero Becky sospechaba que quizá no hubiera tenido en cuenta los factores hereditarios. Se había mostrado agradable con ella, tanto el día de la entrevista como momentos antes, y a Becky le había dado la sensación de ser alguien con quien podría trabajar en armonía. No puedo obligar a Sally a que corra con este calor, la sonrisa compasiva que se dibujó en sus labios suavizó sus facciones y Becky se dio cuenta de que era un hombre muy apuesto.
Cuando llegaron a casa de la madre, Marc abrió la puerta y esperó a que
Becky entrara en el jardín delantero. Mi madre estará atrás. La señora Johnson alzó la cabeza para saludar a su hijo y al ver a Becky se sorprendió.
Qué jardín más bonito, Becky admiró el amplio jardín con entusiasmo. Parecía que vivía allí sola y, a juzgar por el leve cansancio que vio en su mirada al hablar, Becky adivinó que probablemente estaría viuda.
Cuando la señora Johnson entró en la casa, Marc acercó un par de elegantes sillas de mimbre a la mesa. Estabas contándome los planes secretos para el consultorio. La risa de Marc era aterciopelada y contagiosa. No son los detalles del consultorio lo que son un secreto.
Simplemente no queremos que el vecindario se entere de que pensamos abrir un consultorio en su barrio. Llevamos un par de años buscando un lugar apropiado, pero no resulta fácil en esta zona.
Ha fusionado dos granjas y se ha ido a vivir a la otra casa, dejando Paddocks vacía. ¿Paddocks? repitió y de repente se puso pálida. No se puede tirar una casa como esa para construir un consultorio. –Se ve que conoces la zona mejor de lo que yo pensaba.
Becky se volvió a mirarlo. Lo siento, Marc, añadió en tono de disculpa. Supongo que los momentos felices que pasé en esa casa me empujaron a solicitar un puesto por esta zona cuando decidí escapar de la vorágine de Londres. Y también la razón de que buscara un apartamento no lejos de allí.
La expresión de Marc se suavizó. No, los tíos de mi madre. Paddocks había sido un paraíso en el que refugiarse de los abusos que su padre cometía con su madre. Cuando estaba en Paddocks se había sentido segura, y no había tenido necesidad de taparse los oídos para no escuchar los golpes que seguían siempre a los gritos de su madre.
Al notar que Marc estaba preguntándole más cosas sobre la casa, Becky fingió estar considerando cuidadosamente lo que él le había dicho antes. –Tienes razón, no es asunto tuyo, pero te entiendo, comparado con el tono afable de antes, le habló con frialdad. En ese momento la señora Johnson salió con una bandeja y una jarra de limonada.
Becky sacudió la cabeza. Tras una breve discusión sobre una variedad de plantas y las dificultades en conservar los servicios de un jardinero, Becky se puso de pie. Gracias por la limonada, señora Johnson. Su optimismo anterior se había evaporado y por alguna razón se sintió totalmente desalentada al volver a su solitario piso y a la mudanza.
El lunes se levantó antes de que sonara el despertador y llegó al consultorio bastante antes de las ocho, hora en que empezaba a trabajar. Bienvenida a Sandley, Rose, la administradora del consultorio, estaba abriendo la puerta cuando Becky llegó. Tiene buena pinta, comprobó la lista de turnos que había en la pared. Aquí está su lista para hoy.
La mayoría son análisis de sangre y alguna que otra inoculación. Becky se llevó el montón de notas a la mesa, después fue a la enfermería a ver lo que tenían allí. Un análisis de sangre. Veo que tiene usted un análisis de sangre.
Me hicieron una revisión en el trabajo y me encontraron que tenía azúcar, así que el doctor Johnson me ha mandado unos cuantos análisis. Los últimos análisis que me hice no salieron bien, así que el doctor me dijo que tenía que ayunar para hacerme este. Becky asintió y fue a buscar lo que necesitaba. Cuando estaba terminando de sacar la muestra de sangre, se abrió la puerta de golpe y Jan, la enfermera jefe, entró a toda prisa.
Jan asintió y le echó un vistazo a las notas del paciente. Veo que está citado el viernes con el doctor Johnson. Creo que ya tendrá los resultados para entonces, abrió la puerta y casi lo empujó.
Al señor Brown hay que cambiarle la gasa de la pierna, sin decir más lo condujo hasta una silla en la enfermería y se dispuso a quitarle el apósito antiguo. ¿Le molesta menos? le preguntó Becky al terminar. El resto de la mañana fue de una actividad febril y Becky empezó a sentir pena por los pacientes. Cuando terminaron de atender a todos los de la lista, descansaron un rato para tomar café.
Becky volvió a mirar la lista de la enfermería. Quizá ahora que estás tú aquí podamos repartir un poco el trabajo, pero de todos modos sigue habiendo nada más que una sala de enfermería. El doctor Johnson dice que están pensando en utilizar algún edificio en esa zona. Estoy empezando a pensar que solo están mirando casas viejas porque siempre hay alguna razón por la cual el lugar no resulta útil.
Becky se avergonzó para sus adentros por haber armado un jaleo por nada la tarde anterior. Supongo que los tres médicos no pasarán consulta al mismo tiempo.
No les gusta que veamos a los pacientes cuando ellos no están. Como el lunes por la tarde no había ninguna consulta, Jan le enseñó a Becky los distintos departamentos de la clínica. Después de presentarle a los empleados, procedió a hablarle de ellos una vez que hubieron cerrado la puerta de la enfermería. El doctor Johnson es el único que no está casado.
Irene dice que tiene algo con Rose, de administración, pero si es así son muy discretos. Me encontré ayer con él y me presentó a su madre.
Marc estaba trabajando, y por eso ella se fue a navegar con el padre de Marc. Becky estaba horrorizada. Becky se compadecería de cualquier persona que hubiera sufrido algo parecido, pero tratándose de Marc Johnson y de su madre sintió un extraño dolor en el corazón y deseó haberlo sabido el día anterior. Desde luego ello explicaba la pena que había visto en la mirada de la señora Johnson y también la expresión distante que se ocultaba bajo la amabilidad superficial de Marc.
Debe de estar al llegar. Becky tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en lo que le estaba diciendo Jan y dejar de pensar en la tragedia de los Johnson. Jan asintió. Aquí está Irene.
Podéis mirar la lista juntas. Jan se había marchado e Irene estaba charlando con la administradora cuando Marc asomó la cabeza por la puerta. Al ver por su forma de saludarla que la había perdonado por lo del día anterior, Becky sonrió. –Pensé que te gustaría saber que hemos estado hoy en Paddocks y pensamos que tiene posibilidades.
Becky sintió una mezcla de emoción al escuchar lo que decía. Marc al menos apreciaba el carácter y belleza del viejo edificio. Tal vez eso previniera los peores excesos que Becky se temía.
Pero puedes estar tranquila porque su cometido será conservar todo lo intacta posible la estructura original de la casa y de los jardines, abandonó el tema de la casa como si no tuviera mayor importancia. Irene. Becky asintió. Becky se echó a reír.
Y eso me recuerda a que una de mis pacientes, Carol Dent, tiene hora con Jan esta tarde.
Se queja porque no puede respirar bien y de vértigos, pero una serie de análisis exhaustivos no han revelado nada anormal. Me enteré de que su hija ha venido a hacerles una visita relámpago, así que me pareció la oportunidad ideal.
Marc asintió, pero al mismo tiempo movió la mano de un lado para otro.
Le preguntó Becky. Carol sacudió la cabeza con determinación. Carol parecía dudosa. –Supongo que podríamos intentarlo –Carol murmuró con vacilación.
Irene sacó la agenda antes de que Carol se arrepintiera. Becky continuó charlando amablemente con Carol hasta que Irene volvió diciendo que la visita estaba ya organizada. Cuando finalmente se marchó la paciente, parecía mucho más animada. –Gracias por sugerir el grupo de enfermos de esclerosis múltiple –le dijo Irene mientras recogía las fichas apresuradamente.
No es una situación fácil de llevar y desde luego no me apetecía estar con ella toda la tarde, cerró con llave la enfermería y se dirigió hacia la salida. Marc acababa de terminar su consulta y, cuando Becky estaba a punto de tomar el camino de la puerta, él la llamó para que pasara.
Cada vez que le sugeríamos que él podría arreglárselas sin ella durante un par de horas, Carol parecía ahogarse. Creo que no puede estar sin tener a alguien a quien cuidar.
Irene aprovechó la oportunidad y ha concertado una cita para que el organizador les haga una visita en casa.
Me preguntaba si, antes de hacer planes, te gustaría visitar Paddocks, la miró a la cara al hablar. Debe de hacer unos nueve años que el tío de mamá se jubiló, calculó Becky. Becky, que era muy observadora, vio que Marc fruncía el ceño. Becky, que no estaba segura de que la comida fuera una buena idea, decidió mostrarse cauta.

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