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🎧 AudioQuin ✅ Una Verdadera Cenicienta

🎧 AudioQuin ✅ Una Verdadera Cenicienta

La cenicienta embarazada había encontrado a su caballero… millonario.
Sola, embarazada y sin dinero, Iona Lockwood deseaba establecerse en algún lugar y echar raíces, porque últimamente la vida le había hecho pasar algunos malos tragos.
Cuando Daniel Hamilton encontró a Iona viviendo en el edificio vacío que había comprado, el rico arquitecto supo que debía pedirle que se fuera de allí. Pero no podía darle la espalda a una mujer embarazada, por eso, en lugar de echarla, le ofreció el puesto de su ama de llaves.
Al entrar en su hermosa casa, Iona se sintió como Cenicienta, pero sabía que la vida no era un cuento de hadas. Estaba allí para trabajar, no para enamorarse del millonario que la había salvado.


Resumen...

Ella estaba tratando de meter un colchón enorme en un contenedor e iba a hacerse daño.
Es un colchón viejo. Daniel miró hacia la puerta de la caseta del guarda de seguridad y después a la chica. Entonces, ¿qué? ¿Te quitas de en medio para que pueda sacarlo, o vas a ayudarme? Él dudó demasiado porque antes de que pudiera reaccionar ella agarró el colchón y lo movió sola. Cuando una esquina del colchón rozó contra el suelo, Daniel pensó que había llegado el momento de aceptar la propuesta de Nick para a entrenar en el gimnasio de su casa.

O sus bíceps sufrían la falta de entrenamiento o el colchón había sido de buena calidad en su momento, algo que le extrañaba puesto que del viejo hotel no salía nada que mereciera la pena. Al llegar arriba, abrió una puerta y entró en una habitación. «No me extraña que necesite un colchón nuevo», pensó mientras trataba de meterlo por la puerta, preguntándose si se había vuelto loco.

Dejó el colchón en el suelo y ella aprovechó para tumbarse sobre él, suspiró, sonrió y rebotó sobre los muelles. Al parecer, el bebé había conseguido que no pudiera abrocharse la cremallera.
Desvió la mirada y se fijó en que ella tenía las manos colocadas bajo la cabeza y los ojos cerrados. Dio una palmadita sobre el colchón y sonrió, abriendo una pizca los ojos. Primero, era un colchón robado, aunque fuera de su propio contenedor. Segundo, lo había sacado del mencionado contenedor, y tercero, ella estaba tumbada en él, demasiado sexy para ser una mujer embarazada y pidiéndole que se tumbara a su lado.

Retrocedió hacia la puerta. «¡Y qué está embarazada!». Ella se puso en pie y, tras pasar junto a él, se dirigió a la habitación contigua. Si no, ¿qué? Él cerró los ojos un instante.
Estoy segura de que con todas las molestias que les estoy causando, a los promotores no les importará que tire un colchón apestoso. El otro día se empapó con la lluvia, cuando se desprendió el techo. ¿En el colchón? ¿Se había derrumbado el techo sobre el colchón de una mujer embarazada? Él tragó saliva y la siguió a la habitación. El colchón apestaba y estaba lleno de escayola.

«Santo cielo», pensó él, y agarró el colchón. Me preocupaba que tanto moho fuera perjudicial para el bebé. «Peor habría sido que se le cayera el techo encima», pensó él, y dobló la esquina con el colchón. «Seguro que me pilla el guarda de seguridad. »

Él llevó el colchón y lo metió en el contenedor, justo en el momento en el que el vigilante de seguridad se asomaba por la puerta de la garita. La chica agarró la mano de Daniel y tiró de él para que saliera corriendo. Al doblar la esquina, ella se tropezó y él la agarró y la metió en el umbral de una puerta, tapándole la boca con la mano y sintiendo el abultado vientre contra su cuerpo. Ella trataba de contener la risa y él sólo podía pensar en la suavidad de sus labios, en su vientre abultado y en la fuerza de su mano mientras trataba de retirarle la suya.

Entonces, el bebé pegó una patada y él sintió un fuerte deseo de protegerla. No la conocía de nada, sólo sabía que reclamaba la propiedad del hotel y que el hijo del antiguo propietario, que se lo había vendido a ellos justo antes de morir, les aseguraba que su reclamación era completamente falsa y que conseguiría echarla en poco tiempo. Además, Dan acababa de conocerla, y el hecho de que estuviera embarazada, cambiaba las cosas. Y trató de convencerse de que en realidad era por el bien del hotel y no por el brillo que desprendía su mirada ni por haber sentido el movimiento del bebé, pero en el fondo de su corazón, algo le decía que no era así.

Por primera vez, en casi un año, Daniel Hamilton estaba interesado por una mujer y, todo lo demás, el sentido común incluido, se había convertido en algo insignificante. Daniel asomó la cabeza y miró hacia la calle. Sabía que debía moverse, pero le gustaba sentir el cuerpo musculoso de Daniel contra el suyo. Ella no podía ver sus ojos debido a la oscuridad, pero la expresión de su rostro parecía amable.

Por primera vez, y gracias a la luz de las farolas, ella pudo verlo con claridad. Sabía que era por el embarazo, y que el bebé consumía todo lo que ella ingería. Ella había ido allí una vez, con Jamie, nada más regresar a Yoxburgh. Tenía anchas espaldas, el vientre liso, las piernas largas y musculosas, y los vaqueros se ceñían a su cintura de forma que provocaban que pensara en cosas indebidas.

Ella se rió, y sus ojos brillaron como el mar. Daniel sonrió. Ella permaneció en silencio un instante y alzó la barbilla. No estoy segura de que supiera quién era mi padre, aparte de que su nombre era Rick, pero es irrelevante porque él nunca ha formado parte de nuestras vidas.

Me fui a Tailandia, conocí a Jamie y comenzamos a viajar juntos. Su padre, Brian, no estaba bien. Quería que Jamie se quedara para que lo ayudara a llevar el hotel, pero él no quería. Yo me negué, así que él se marchó y yo me quedé con Brian, ayudándolo con el hotel y estudiando a la vez.

Brian no podía pagarme, así que necesitaba el trabajo. Después, en noviembre, Jamie regresó tras haber estado fuera casi un año. Se llevó dinero de su padre y regresó a Tailandia. Nunca se enteró de que estaba embarazada.

Ella permaneció en silencio un momento, sin dejar de acariciarse el vientre. Él no podía apartar la mirada de su mano. Sufría del corazón y la noticia de la muerte de Jamie fue devastadora. Le dio un ataque, y le dijeron que vendiera el hotel y llevara una vida tranquila, así que puso el hotel a la venta.

Ian, que nunca había ido a verlo hasta que no estuvo en el lecho de muerte, me dijo que su padre le había pedido que cuidara de mí. Como muchas otras cosas que se suponía que iba a hacer, pero tras su fallecimiento, no se encontró el testamento en ningún sitio. Él me había dicho que en el testamento original se lo había dejado todo a Jamie y a Ian, y que después de la muerte de Jamie, había decidido cambiarlo, pero nunca debió hacerlo, por eso, al no encontrar el testamento, según la ley, la parte de la herencia que le correspondía a Jamie le corresponde a su hermano. Depende de lo que se estipule en el testamento, pero como no lo encontramos todo se ajusta a lo que marque la ley.

Pensé que Ian le daría al bebé parte de la herencia, como gesto de buena voluntad y teniendo en cuenta cuál había sido el deseo de su padre, pero al parecer, no tiene buena voluntad en lo que a mí se refiere. Por eso, mi única esperanza es demostrar que el bebé es hijo de Jamie y confiar en que aparezca el testamento y haya una cláusula al respecto. Además, ya han vaciado el hotel para que entren los de la reforma. Y Brian era tan desorganizado que podría estar en cualquier sitio.

No pueden hacer la prueba de ADN hasta que nazca mi hija y, para entonces, yo ya habré tenido que salir del hotel. Nunca me había visto antes del entierro y no he vuelto a verlo desde que terminó de revolverlo todo para buscar el testamento. La situación de Iona era mucho más complicada de lo que esperaba. Necesitaba hablar con Nick y con Harry, pero era demasiado tarde, Iona estaba cansada y tenía que acompañarla a casa.

Estuvo a punto de soltar una carcajada al recordar en qué condiciones estaba viviendo ella, con sus pocas pertenencias esparcidas por la alfombra, con el techo derrumbándose en la otra habitación, con el moho que se extendía por todo el edificio. Después, se marchó y esperó a que ella cerrara la puerta con llave. El vigilante de seguridad salió de la caseta y lo llamó mientras él abría la puerta del coche. Daniel consiguió mantener la compostura con dificultad.

Eso, y el hecho de que Iona estuviera librando una batalla que no debía librar y viviendo en un hotel en ruinas. Hablaría con Nick y con Harry a primera hora de la mañana para ver cómo podían solucionarlo, porque ella no podía quedarse allí, ni siquiera suponiendo que no estuviera prevista la demolición del hotel para dos semanas más tarde. Se ocuparía de ello a primera hora de la mañana. Se preguntaba si ella estaría más cómoda con el nuevo colchón, y si se sentiría segura con la puerta cerrada con llave, en aquella habitación lúgubre, rodeada de sus pocas pertenencias y con las sobras de la comida china en un contenedor.

Cuando horas más tarde despertó con el sonido de la lluvia, permaneció escuchándolo y preguntándose si el techo de la habitación de Iona sería resistente o si podía derrumbarse mientras ella dormía.


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